Las investigaciones de prueba y rastreo de los anuncios han demostrado, en numerosas ocasiones, que hay partes de los anuncios que la gente no recuerda. La clave de esta pérdida de memoria está en que nuestros cerebros no son capaces de procesar muchos conceptos de una sola vez. Nuestra capacidad de procesamiento consciente es limitada y, si algo no entra en nuestra atención consciente, sin duda la olvidaremos.
Olvidamos las cosas por el modo en que funciona nuestro cerebro, y éste es muy bueno centrando nuestra atención consciente en aquellas cosas con una fuerte carga emocional o que son importantes para nosotros, e ignora todo lo demás. Esta capacidad se hace evidente, por ejemplo, cuando estamos en una reunión de amigos o en una habitación llena de gente y, de repente, oímos nuestro nombre al otro lado de la estancia a pesar de no haber estado prestando atención a lo que se decía.
El uso de nuestro nombre, algo con una carga emocional evidente y relevante para cada uno de nosotros, implica, para nuestro cerebro, que la conversación que se está teniendo en la otra punta de la habitación puede ser relevante para nosotros, y ponemos toda nuestra atención consciente sobre ella. El problema es que, al escuchar la otra conversación, perdemos la atención sobre la persona que tenemos junto a nosotros y, unos segundos más tarde, cuando volvemos a escuchar a nuestro interlocutor, nos damos cuenta de que no tenemos ni idea de lo que os está diciendo.
Y esto mismo ocurre en la publicidad. Cuando vemos un anuncio en vídeo, nuestra atención va, directamente, a los aspectos más interesantes y divertidos del anuncio, mientras que nos distraemos de otros elementos. Y sin atención, no hay memoria. Además, hay que recordar que el cerebro necesita tiempo para comprender algo (alrededor de medio segundo) y formar una representación mental de lo que está viendo, lo que se conoce como un parpadeo intencional.
Cuando vemos la televisión, hay todo tipo de elementos compitiendo por ganar nuestra atención. Cada uno de los elementos que aparece en la pantalla será un foco de atención potencial, además de la velocidad con la que van presentándose escenas que, cada una de ellas puede provocar un parpadeo intencional.
Por todo esto, parece más que claro por qué hay un montón de contenido del que no nos damos cuenta y, evidentemente, no recordaremos. Pero, aunque esto no es un problema cuando se trata de escenas sin importancia, ¿qué pasa cuando la escena es relevante para el conjunto del anuncio? O peor, ¿si la escena es la propia marca?
Olvidamos las cosas por el modo en que funciona nuestro cerebro, y éste es muy bueno centrando nuestra atención consciente en aquellas cosas con una fuerte carga emocional o que son importantes para nosotros, e ignora todo lo demás. Esta capacidad se hace evidente, por ejemplo, cuando estamos en una reunión de amigos o en una habitación llena de gente y, de repente, oímos nuestro nombre al otro lado de la estancia a pesar de no haber estado prestando atención a lo que se decía.
El uso de nuestro nombre, algo con una carga emocional evidente y relevante para cada uno de nosotros, implica, para nuestro cerebro, que la conversación que se está teniendo en la otra punta de la habitación puede ser relevante para nosotros, y ponemos toda nuestra atención consciente sobre ella. El problema es que, al escuchar la otra conversación, perdemos la atención sobre la persona que tenemos junto a nosotros y, unos segundos más tarde, cuando volvemos a escuchar a nuestro interlocutor, nos damos cuenta de que no tenemos ni idea de lo que os está diciendo.
Y esto mismo ocurre en la publicidad. Cuando vemos un anuncio en vídeo, nuestra atención va, directamente, a los aspectos más interesantes y divertidos del anuncio, mientras que nos distraemos de otros elementos. Y sin atención, no hay memoria. Además, hay que recordar que el cerebro necesita tiempo para comprender algo (alrededor de medio segundo) y formar una representación mental de lo que está viendo, lo que se conoce como un parpadeo intencional.
Cuando vemos la televisión, hay todo tipo de elementos compitiendo por ganar nuestra atención. Cada uno de los elementos que aparece en la pantalla será un foco de atención potencial, además de la velocidad con la que van presentándose escenas que, cada una de ellas puede provocar un parpadeo intencional.
Por todo esto, parece más que claro por qué hay un montón de contenido del que no nos damos cuenta y, evidentemente, no recordaremos. Pero, aunque esto no es un problema cuando se trata de escenas sin importancia, ¿qué pasa cuando la escena es relevante para el conjunto del anuncio? O peor, ¿si la escena es la propia marca?
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